jueves, 29 de octubre de 2009

25 años de Cine Club Odeón. Prólogo del libro

VEINTICINCO AÑOS NO ES NADA.
Pero merecen una celebración.
Afirma Borges en alguna entrevista, parafraseando un pasaje de uno de sus más célebres relatos, que para concebir un hecho milagroso le bastaba algo tan sencillo como imaginarse a un hombre que encuentra una moneda que ha perdido el día anterior, al transitar por un camino polvoriento. El hecho de que la moneda se encuentre en el lugar en el que se había extraviado, después de que el mundo haya girado sobre sí mismo y el hombre haya diluido su conciencia en el sueño, recobrándola de nuevo al alba, le parecía al escritor argentino un atisbo milagroso de la persistencia del entramado de causas y efectos que rigen el mundo. Todos los que amamos el cine presenciamos un milagro similar cada vez que la luz que emite el arco voltaico de la lámpara del proyector atraviesa la oscuridad de la sala y se estrella contra la pantalla, confiriendo vida y profundidad a esa superficie inerte, plana y extensa, monótonamente blanca; tornándola en la ventana a través de la cual vemos reactivarse un mundo poseedor de su propia lógica interna, poblado de seres hechos de luz y sombra, aunque vivos y sintientes, que lejos de ser ajeno a nuestro mundo cotidiano, se entreteje con él: atraviesa la pantalla y nos enamora, nos divierte, nos ofrece referencias, nos inquieta y nos interroga. Esta permeabilidad de la pantalla de cine es la que queremos resaltar en este libro, mostrando cronológicamente la sucesión de películas que el Cineclub ha proyectado en los últimos veinticinco años, con apuntes sobre el marco histórico en el que surgieron. Así sean los sucesos más trascendentales como los más anecdóticos. Esperamos que a medida que se vayan aireando estas hojas, la memoria del lector obre el prodigio de crear la doble continuidad necesaria para que el Cine siga existiendo cada vez que acaba una proyección. Doble, porque para que el Cine exista se precisa que el eco de las emociones que nos produce una película siga resonando dentro de nosotros hasta que las luces de la sala se apaguen de nuevo, días después. Y también se requiere esa otra continuidad entre cine y vida que hará a buen seguro que conforme vayamos recorriendo el cuarto de siglo que este libro abarca, el recuerdo de unas películas se vaya entrelazando al de otras, y a nuestros propios recuerdos, colectivos o personales, que irán así aflorando el uno engarzado en el otro, como las cerezas de un cesto. Se ha dicho del cine aquello que Shakespeare acuñó para el ser humano: que está hecho de la materia de la que están hechos los sueños. La esencia de lo que llamamos Cine se muestra tan esquiva a ser atrapada en una definición como la propia esencia del ser humano. Está más allá del acto social de ir al cine, por encima del género o la técnica concreta, es ajena a la industria que la genera, al acto físico de la proyección. En cualquier caso esa materia es un fuego vivo, tenue y frágil. La misión autoimpuesta del Cineclub Odeón es gratísima pero también ardua: mantener viva esta llama, aunque sea en nuestro modesto ámbito de actuación. Y consideramos un logro a festejar el hecho de haberlo conseguido de manera ininterrumpida durante más de veinticinco años. Aun sin saber definir del todo qué es aquello que llamamos cine, sabemos que queremos seguir celebrando muchos más aniversarios dedicados a él.